UNA VERDADERA POLÍTICA CULTURAL
En la
actualidad, el objeto de la política cultural se refiere primordialmente a la
producción de manifestaciones artísticas, fiestas populares, museos, literatura,
teatro, etc. Y es una creencia que el compromiso es exclusivo del gobierno,
pues es él mismo el que se toma estas atribuciones; sin embargo, no parece
cumplir con sus funciones.
Vivimos en una
época en la que la tecnología y la economía, entre otras cosas, están
produciendo un cambio muy significativo en nuestra cultura, y por lo tanto en
nuestra identidad cultural. Así que es tiempo de darnos cuenta de que la
preparación para afrontar estos cambios no podrá realizarse simplemente
visitando museos o asistiendo a conciertos o festivales de danza. Implica algo
más profundo. La política cultural, por lo tanto, aparte de ocuparse de los
temas que normalmente trata, debe entender la cultura de una manera más amplia
y expandirse hacia otros ámbitos de la misma, por ejemplo hacia el ámbito
institucional.
Se deben llevar
a cabo muchos cambios culturales, como el funcionamiento de las organizaciones,
en las que se debe revisar y cambiar, si es necesario, los principios que la sustentan,
que muchas veces atentan contra las costumbres e identidad de las personas. Un
cambio desde la raíz permitirá a todos sentirse identificados con su pueblo de
origen, sin tener que modificar sus costumbres, siempre y cuando no sean moralmente
incorrectas, porque una compañía lo manda. Otro cambio podría ser el desarrollo
de la capacidad de las poblaciones indígenas para elaborar contenidos en sus
propios idiomas.
Sin embargo,
nada de lo anterior será posible si cada uno no toma conciencia de cuán
importante es respetar y hacer respetar nuestra cultura, pues solo de esta
manera podremos luchar contra la opresión que hasta el día de hoy se siente en
las instituciones.
Toda auténtica
gestión transformadora y participativa ayudará a que haya unidad dentro de esta
gran diversidad de culturas en nuestro país. Ésta no es
una tarea del gobierno como se
ha hecho creer, pero sí de una gestión dinámica y participante de instituciones culturales y académicas y de todos y cada uno de los peruanos.